José Ángel Espinoza "Ferrusquilla" |
Lo que no se ha dicho de Pedro Infante
Ese 19 de julio de 2012 Ferrusquilla llegó a Los Mochis con una pretensión desmedida, platicar todo lo que no se ha dicho de Pedro Infante.
En abril de este año se cumplieron 55 años de la muerte del ídolo sinaloense. Desde antes, pero sin duda de una manera desmesurada a raíz del accidente en que perdiera la vida el actor y cantante, prácticamente todo está dicho de él.
Ferrusquilla contó, a su manera, "Lo que no se ha dicho de Pedro Infante. |
Se revisaron los detalles de su vida y su muerte: sus orígenes familiares, que si nació aquí o allá, pero quiso más a Guamúchil, faltaba más, por eso se decía originario de aquí, si eso todos lo sabemos; se abunda en los dato de la infancia y adolescencia, su ingreso al mundo de la música, la mítica fabricación de su primera guitarra en el taller de don Jerónimo Bustillos, sus amores, el matrimonio con María Luisa León, el viaje a la ciudad de México para encontrar su destino, sus pininos en la radio, las primeras presentaciones artísticas, aquellas películas del inicio de su carrera, la multitud de sus amigos, de nuevo sus amores, hijos, más películas, el estrellato, más canciones y grabaciones, su enfermiza pasión por los aviones, sus oficios varios, como peluquero, carpintero y filarmónico; sus accidentes de aviación, más de sus amores, más hijos y su trágica muerte en nuevo accidente.
Y la historia no termina ahí, porque bien dicen que “Pedro Infante no ha muerto… Vive en el corazón de todos los mexicanos…” Así que damos paso a todos los mitos y leyendas que se han tejido de manera impune, pero a la vez esperanzadora de que por ahí, en algún lugar de este mundo, un Pedro Infante que sobrevivió a su propia muerte se esconde para no hacer partícipe al público que lo llevó al más alto sitial de sus devociones, de su deshecho rostro, de su desagradable figura, pero no falta quien lo haya escuchado en algún lugar del campo, viviendo en soledad, con su estilizada voz, intacta, entonando sus más recordados éxitos.
¿No sería eso suficiente, para garantizar que todavía vive? A su manera, tal vez, Pedro Infante sigue ocupando el lugar más importante de nuestra cultura popular.
Hasta las computadoras lo dijeron, una vez que alimentaron los datos de discos, compositores, canciones, voces y ritmos, y se determinó, sin lugar a dudas, que el bolero de Juan Gabriel de “No vale la pena”, en la voz de Infante sería el mayor éxito en ventas. Cierto es que el dato corresponde a los tiempos cuando todavía se compraban discos; pero hoy podría ser el mayor reproducido o la canción más bajada de internet. En fin. Pedro Infante sigue vigente hasta para hacer su propio tequila, aunque sea fama de que no tomaba.
¿Qué nos puede contar Ferrusquilla que no se haya dicho de Pedro Infante? La duda es razonable, aunque se tenga la certeza de que su cercanía con el actor lo haría dueño de algunas anécdotas e información acerca del ídolo de Guamúchil, pero que también lo es de Mazatlán, de El Rosario, de Guasave, de todo Sinaloa y de todo México.
Cuando Ferrusquilla iba a iniciar su charla, le expresé mis dudas y que llegaba ahí con la enorme curiosidad de lo que me diría de Pedro Infante. José Ángel Espinoza, fuerte en su frágil figura a sus casi 93 años de vida, se dirigió a los presentes con voz firme, recordando su propia vida para engarzarla con la de Pedro.
El 41
Pedro Infante nació en Mazatlán, pero no debió haber nacido ahí, cuenta Ferrusquilla. Le tocó nacer ahí casi por accidente, pues el parto se le adelantó a su mamá. La familia vivía en El Rosario, pero doña Cuquita fue a visitar a una comadre y allá se le ocurrió a Pedro. Hasta en eso fue adelantado. Creo que fue sietemesino.
Y allá se quedó doña Cuquita los cuarenta días que guardaban las parturientas. No las dejaban ni bañarse ni salir ni nada. Así que los primeros 40 días de su vida los pasó Pedro en Mazatlán y llegó a El Rosario hasta el día 41.
Seguido lo bromeaban diciéndole diciéndole que era el 41, como le dicen a los amanerados por la anécdota del sobrino de Porfirio Díaz. Pero era porque llegó a El Rosario hasta el día 41 de su vida.
La primera canción de Ferrusquilla
Ferrusquilla dice que Pedro Infante le grabó la primera canción que escribió, “A los amigos que tengo”. La canción no era buena, comenta, no tuvo tanto éxito, pero la incluyó Pedro en el último disco que grabó.
Un día estábamos en su casa, donde nos invitaba a desayunar o a comer a algunos amigos. Recuerdo que estábamos el General Gabriel Leyva Velázquez y yo. Era en una casa que tenía en las calles de Rébsamen, en la ciudad de México. A mí no me tocó conocer la que hizo después en la carretera a Toluca, que dicen estaba muy grande. Pero ésta era otra, que tenía en Rébsamen.
El General Leyva Velázquez también escribía poemas. Y no lo hacía mal. Había sido gobernador de Sinaloa y vivía en ese tiempo en México. Ahí nos juntábamos con Pedro.
Un día le dije: fíjate Pedro que escribí una canción. Y le enseñé el papel en que la tenía escrita. Era una servilleta, una toallita de papel, donde la tenía escrita. Y me dijo, “A ver, paisanito, cómo va”. Y se la comencé a cantar, dándole la tonadita. Y me dijo: “Ah, está buena, paisanito. Yo te la grabo, yo te la grabo”.
Y así fue. Cuando grabó un disco, que fue el último, por cierto, incluyó mi canción. De la Peerles me llamaron para que estuviera en la grabación, que Pedro les había dicho para que ahí estuviera y el día que me dijeron, ahí estaba yo.
Y sigue recordando al ídolo: ¡Era un bárbaro! Era capaz de grabar diez canciones que ni siquiera había escuchado y sin ensayar siquiera. Nomás agarraba la letra y le daban la melodía en un violín y él tarareaba tantito la música y en unos minutos decía: “Listo, se graba”. Y grababa una y luego la otra, igual, del mismo modo. Como que era un talento natural para hacer eso.
Me tocó verlo grabar ese día diez canciones de la misma manera.
Después Lola Beltrán se quejó de que a Pedro le había dado una canción para grabar y a ella ni una. Es que no tenía ninguna otra, pero le dije que le iba a hacer una canción. Se la hice y la grabó también, pero tampoco era muy buena y no tuvo éxito. Ya la tercera me salió mejor. Luego ya hice algunas que tuvieron mejor fortuna. Pero mi carrera como compositor la empecé con aquella canción que me grabó Pedro.
La apuesta con Emilio Tuero
Pedro tenía muchas ocurrencias, era muy bromista. En una ocasión coincidimos en una presentación en el Teatro Tívoli. Además de Pedro se presentaba ahí Emilio Tuero, el Barítono de Argel, como se le llamaba también. Y había un pique entre ellos, amistoso, pero la cosa es que en ese teatro que había funciones para toda la familia, estaba lleno de niños que estaban esperando a un cómico infantil muy famoso en aquella época, Zósimo. Era la estrella este cómico.
Y los dos cruzaron una apuesta, a ver quién cantaba más canciones en esa función. Ahí mandaba el público, así que si no querían oír más a un cantante, le chiflaban y pedían al que sigue.
Cada uno agarró un billete de a cien y lo pusieron en la bolsa de mi camisa, con la consigna de entregarlos a quien cantara el mayor número de canciones.
Primero salió Emilio Tuero, quien cantó una, luego otra, una tercera y llegó hasta la quinta. El público impaciente, pidió al que sigue, que era el cómico. Pero por alguna razón, el mentado Zósimo se había retrasado, y mientras llegaba, el productor le pidió a Pedro Infante que saliera.
Nomás le aguantaron unas tres canciones, y la chiquillada que era mayoría en el teatro, pedía a Zósimo. Mientras Pedro cantaba, el cómico llegó al Tívoli y el productor le hizo una seña a Pedro para que dejara el escenario libre.
Emilio Tuero fue conmigo y ya me reclamaba los billetes de la apuesta que decía ya había ganado. Y yo ya se los iba a dar. A Pedro le aplaudieron y salía, cuando a medio camino, como que le empezó a dar un ataque y a la vista de todos cayó en el escenario. El público se quedó expectante por lo que ocurría, viendo a Pedro con cierta preocupación, y él como que empieza a reaccionar, se levanta trastabillando y les dice con voz adolorida, que de pronto se sintió mal y allá en el fondo, como una revelación, vio la aparición de una virgen que lo salvaba del trance en el que había caído.
Y con mucha inocencia, le pide al público que si le permiten cantarle una cancioncita a la virgencita de Guadalupe, otra a la virgen de Talpa y otra a la virgen del Rosario. El público dijo ¡síííí…! Y Pedro se quedó ahí para cantar otras tres canciones.
Por supuesto que Pedro Infante ganó la apuesta. Tuero hizo la rabieta de su vida. “¡Pelón desgraciado…!”, dijo, porque así le decían a Pedro, Pelón.
Ferrusquilla se ríe de aquella ocurrencia de Pedro y nos dice a nosotros, “¡qué bueno que no se le ocurrió cantarle a las once mil vírgenes, porque todavía estuviéramos ahí…!”
La cantada en el Follies Bergere
Pedro era una persona muy sencilla, por eso le caía bien a toda la gente. En una ocasión nos tocó presentarnos en el Follies Bergere, un centro de espectáculos que estaba en la Plaza Garibaldi. Teníamos dos funciones, así que al terminar la primera, Pedro me dice: “Paisanito, vamos a echarnos unos tacos o algo para comer porque ya me anda de hambre, tú que conoces por aquí”. Pedro era muy tragón, así que buscamos la manera de salir a buscar un buen lugar por ahí cerca, en lo que empezaba la siguiente función.
Cuando tratamos de salir por el frente, nos dimos cuenta que estaba lleno de gente. Ya para entonces Pedro había alcanzado tal fama que llenaba todos los lugares en donde se presentaba. “Vente por acá, paisanito, hay otra salida por atrás”, me dijo. La otra puerta daba a un callejoncito y por ahí nos fuimos. Al salir, nos llevamos la sorpresa de que estaba igual de atiborrado de gente que no había podido entrar a ver el espectáculo.
“¡Cántanos una canción, Pedro, ya no alcanzamos a entrar…!”, decían aquellas personas. Pedro se subió a un automóvil y de un chiflido les llamó a unos mariachis que estaban por ahí cerca. “¡Vénganse para acá, muchachos! ¡Acompá-ñenme!” Y los mariachis de inmediato se ponen de acuerdo con él y se arrancan. Pedro comenzó a cantar y la gente feliz de escuchar a su ídolo.
El dueño de aquel centro de espectáculos era un italiano de apellido Mancinni. No faltó quien fuera a decirle que Pedro estaba ahí atrás cantando gratis. Y salió echando pestes. “Pedrito, Pedrito”, le decía con su acento italiano. “Yo te pago para que cantes dentro, pero que la yente entre pagando para oírte, no gratis, Pedrito”.
Pero así era Pedro, siempre dándole gusto a su público.
La muerte del ídolo
Yo estaba también en el D.F. cuando nos llegó la noticia de su muerte. En la ANDA se comenzó a organizar su funeral. A alguien se le encargó hablar con las viudas, porque no sólo tenía a María Luisa León, sino también estaba esta muchacha, muy jovencita, Irma Dorantes; y Lupita Torrentera, y no sé quiénes más. La cosa es que esta persona estaba en contacto por teléfono con ellas, y a unas les daba una hora de llegada del avión con los restos de Pedro y a otras, otra. La cosa era no hacer un problema con todas ellas en el aeropuerto.
A mí me tocó organizar la llegada a la funeraria, que era la de Gayosso en Sullivan, porque todavía no estaba la del sur, la de Félix Cuevas. El caso es se organizó con policía y tránsito todo el trayecto desde el aeropuerto, y había gente afuera de la funeraria por todos lados. Ideamos que entraría la carroza por una calle y justo al dar la vuelta por una callecita del costado, iba a estar la puerta de una entrada lateral y en cuanto entrara la carroza, se cerraría el portón y la gente quedaría afuera, para que nos permitiera preparar la capilla donde se velaría.
Venían los restos de Pedro en un ataúd, pero quedó una cosa así, chiquita, dice haciendo una seña con la manos que apenas rebasaba los sesenta centímetros. Totalmente carbonizados. El médico que le había puesto la placa de platino en la cabeza, cuando tuvo el accidente en Apatzingán, Michoacán, fue el que lo reconoció, para distinguirlo del piloto, porque Pedro no estaba asignado como piloto, pero ahí ya para agarrar el vuelo, le cambió el lugar a este piloto y en cuanto despegaron, ahí muy cerca, cayó en una parte de la ciudad de Mérida.
Cayó en unas casas y murieron algunas personas más. Aquello fue terrible.
Se dice que el sepelio de Pedro Infante fue el segundo más multitudinario que ha habido en México. El primero, considerando la población de aquel entonces, fue el del poeta Amado Nervo. Era embajador creo que en Uruguay cuando murió, y comenzaron a llegar las noticias. Se preparó el cadáver y en cada lugar que pasaba, los gobiernos querían hacerle homenajes, así que la llegada del cadáver de Nervo se iba retrasando; de tal forma que ya para entonces, aún cuando no había televisión y el mismo radio no estaba tan extendido en aquellos años, la noticia se había conocido y por ello mucha gente fue al sepelio, que se considera el más multitudinario en la historia de México.
Con Pedro ocurrió todo muy rápido, pero la noticia convocó a mucha gente. Todo mundo estaba consternado. Nadie lo podía creer. Fue una tragedia para todos.
Y Ferrusquilla se calló con tono de tristeza, quizás recordando a aquel amigo que tenía, aquel que le grabó esa primera canción de “A los amigos que tengo”, y nos dimos cuenta que Pedro, en Ferrusquilla, todavía tiene a un amigo…
Hola... Me encanto la anecdota, sobre la ocasión en que Pedrito cantó gratis arriba del auto !.... Parece ser que Pedro hizo eso en varias ocasiones.. Complacer a su gente de forma gentil y sinecra era algo caracteristico de su persona.
ResponderEliminarHizo algo parecido por cá en estos lares, en el estado de Sonora, especificamente en Huatabampo, un pequeño poblado actualmente, y más aún en aquellos ayeres, en el año 1953, segunda ocasión que hizo después de una primera ocasión en 1949.
En alguna ocasión mi papaá me comento que habia venido a Huatabampo, y hace poco supe lo que alli sucedió.
Una persona ( no yo) relata de primera mano, de un testigo ocular aquel inolvidable suceso, y cito:
Yo tenía 20 años y un vecino al que a duras penas le saqué las palabras, pues era muy serio, me platicó que cuando él era joven trabajó en Huatabampo, Sonora, y al llegar al campamento de trabajo a descansar no encontró a nadie. Siguió a la gente que corría y era que Pedro Infante se presentaba ese día en el salón de pueblo, sólo que todo el pueblo estaba frente al salón, enfermos, de todo tipo, y todos los sanos y que le dijo el representante a Pedro salgamos por la puerta de atrás pues enfrente esta todo el pueblo. Le dijo “consigue dos botellas de tequila”, y eso que se dice que Pedro no tomaba. Al final se despidió diciendo “bueno, ya canté para los ricos ahora voy a cantar para los pobres”. Jaló al mariachi, abrió las puertas, pegó un grito y en medio de su gente cantó toda la noche, dando sereneta casa por casa. Y se supo que alguien dijo “de haber sabido que se iba a soltar cantando como loco por todo el pueblo no hubiera pagado ese dineral”, por eso Pedro Infante no murió ni morirá. Fuente: Don Carlos Guillen trabajó en la SAHOP hoy SCT
Muy buena anécdota y por esos detalles --reales, inventados o adornados, que los he conocido de todos-- la gente del pueblo mantiene vivo su recuerdo y lo mantiene como uno de los ídolos más queridos.
ResponderEliminarMuy buena anécdota y por esos detalles --reales, inventados o adornados, que los he conocido de todos-- la gente del pueblo mantiene vivo su recuerdo y lo mantiene como uno de los ídolos más queridos.
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