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XXXIX Congreso Nacional de Cronistas
El Café de Tacuba
José Armando Infante
ecién llegados mi hija Dania y yo a la Ciudad de México, después de un vuelo tempranero e instalados en un hotel del Centro Histórico, la urgencia del alimento nos hizo buscar el lugar apropiado. Esa mañana las hermanas Gaby y Adriana Velderráin también habían llegado procedentes de Culiacán al Congreso Nacional de Cronistas, y en las mismas circunstancias que nosotros, de inmediato coincidimos en cumplir con una comida por dos, puesto que no habíamos desayunado ni comido a esa hora ya de la una de la tarde, y nuestra elección fue unánime por el Café de Tacuba, célebre restaurante de comida mexicana tradicional, justo por la calle de Tacuba en el Centro Histórico.
El Café de Tacuba, una tradición en la Ciudad de México desde 1912. |
El lugar lucía espléndidamente decorado, con una ornamentación en la que dominaba los mosaicos de talavera y los frescos de bodegones y flores de aire novohispano, si bien este negocio apenas inicia en 1912, es decir, hace poco más de 100 años, casi nada…
La casona, establecida en una porción del predio del antiguo convento de Santa Clara, que sirve de establecimiento al Café de Tacuba, es una finca del siglo XIX, con esa sobria elegancia que define mayormente el clásico europeo imperante en este siglo, con rasgos inspirados en las haciendas y casas novohispanas. Destacan en su interior antiguos muebles en madera y unos soberbios cuadros y espejos con marcos de madera ricamente adornados, nichos con figuras de cantera y pintados con vivos colores, así como vitrales emplomados que permiten ambientar con un aire art decó a la vista de los comensales.
Muy cerca de la entrada luce un clásico cuadro de Sor Juana, la célebre monja jerónima que marcó con letras de oro su presencia y su obra en la literatura mexicana de todos los tiempos. También destaca otro cuadro al óleo donde se aprecian unas monjas en una cocina conventual que nos remite a la tradicional gastronomía surgida en esos lugares, del chocolate caliente, los panes, galletas, postres, dulces confitería y bizcotelas.
En el menú se ofrecían desayunos y comidas de la más clásica tradición mexicana: chilaquiles, enchiladas, mole poblano, tamales, buñuelos, molletes y otras delicias, así como una abundante variedad de formas de preparación de huevos, que lo mismo daban cuenta de regiones como Sonora, México o en modalidades internacionales, como a la española y al estilo parmesano.
No podían faltar deliciosos complementos ya clásicos en la comida mexicana, como guacamole con totopos, enfrijoladas y quesadillas de las tradicionales en el centro del país: de flor de calabaza, de tinga, chicharrón, hongos y huitlacoche, entre otras variedades.
En las bebidas, además de las aguas frescas, jugos y de alcohol, que van desde la cerveza hasta los vinos de mesa y el tradicional tequila; está otra de sus especialidades, pues el café con leche ya es toda una tradición que tiene que ver con los orígenes de este restaurante, allá a principios del siglo XX.
Los inicios del Café de Tacuba
Su fundador fue don Dionisio Mollinedo, quien se estableció en un predio que perteneció inicialmente al antiguo convento de Santa Clara. En ese lugar estableció uno de los primeros expendios de leche que desde muy temprano ofrecían vasos de leche recién ordeñada para los trabajadores que pasaban por ahí para dirigirse a sus centros de labores. Luego les ofrecieron algún pan, para después ofrecerles la leche caliente a la que después se agregó un chorrito de café colado, hasta que poco a poco fueron aumentando los productos que se ofrecían hasta convertirse en un pequeño restaurante especializado en la comida popular tradicional mexicana que ha hecho leyenda desde entonces, logrando captar el gusto de muchas familias, además de convertirse en un lugar de reunión de políticos, profesionistas, intelectuales y turistas.
Un distintivo del Café de Tacuba es la atención a cargo de meseras pulcramente vestidas, con el pelo recogido en un lucidor moño blanco, atuendo que tiene varias generaciones y ya es imagen del Café de Tacuba.
“El Santitos” y Los hijos de Sánchez
Al decir de la familia Mollinedo, que continúa siendo la propietaria del negocio, se afirma que estando en nuestro país el antropólogo y escritor Óscar Lewis habiéndose convertido en cliente asiduo, conoció a uno de los trabajadores del Café de Tacuba, Santos Hernández, conocido como “Santitos”, quien se encargaba de la bodega y atendía a los proveedores. La vida de este personaje fue del interés de Lewis para incorporarlo a su célebre libro de Los hijos de Sánchez, donde da cuenta de las vicisitudes de muchos mexicanos que abandonan la vida rural y se incorporar a la gran urbe de la Ciudad de México con grandes penurias. Si bien el libro fue motivo de escándalo al momento de su publicación en español en el año de 1964, por considerar que denigraba a nuestro país, según algunos críticos, la historia también fue llevada a la pantalla, interpretada por Anthony Quinn.
El asesinato de Manlio Fabio Altamirano
Uno de los acontecimientos que hicieron historia y que tuvo como escenario el Café de Tacuba, lo fue el asesinato de Manlio Fabio Altamirano, el 25 de junio de 1936. Altamirano fue un destacado político veracruzano, a la sazón candidato a gobernador de Veracruz.
Altamirano desde muy joven participó en la Revolución, junto con Álvaro Obregón, combatió la rebelión delahuertista y más tarde se distinguió como defensor de las causas campesinas y obreras. Fue diputado en cuatro periodos por la región de Misantla, y en 1931 participó, con la representación de Veracruz, en el único Congreso Nacional Anticlerical realizado en la Ciudad de México. También fue cofundador y gerente del periódico El Nacional, así como director de los Talleres Gráficos de la Nación.
Fue un reconocido político de ideas radicales y filiación cardenista; electo senador de la república por el estado de Veracruz en 1934, en el periodo del Gral. Lázaro Cárdenas, a propuesta de Manlio Fabio Altamirano, el artículo 3º de la Constitución Mexicana fue reformado para sustituir la educación laica, por la socialista, lo que constituyó uno de los novedosos planteamientos del Plan Sexenal cardenista.
Elegido candidato a gobernador de Veracruz por el PNR, partido del que también participó como fundador en 1929, los intereses de los grupos conservadores fraguan su asesinato.
Como a eso de las diez de la noche llegó Manlio Fabio Altamirano acompañado de su esposa, doña Bertha Bracamontes. Se cuenta que doña Bertha llegó a preguntarle si no prefería ir a casa y descansar, pero el político prefirió disfrutar de una merienda ligera. Cuando degustaba un helado de postre, de pronto alcanzó a ver que un hombre le apuntaba de frente con una pistola, apenas alcanzó a apartar inútilmente a su esposas, pues se escucharon unos ocho tiros, entre los gritos de la concurrencias al Café de Tacuba y la caída de vasos y platos, creando una confusión general en el establecimiento. Altamirano recibió cuatro impactos en el tórax, uno en la cabeza y otro en la mano izquierda. Su esposa también falleció en el atentado.
Con el asesinato de Manlio Fabio Altamirano Flores, en un primero momento el candidato fue Manuel Zorrilla Rivera, por una semana, más tarde el Comité Ejecutivo Nacional del PNR, se inclinó por el senador Miguel Alemán Valdés.
Aunque nunca se hizo justicia para castigar a los responsables de estos hechos, el asesinato fue atribuido a un grupo de sicarios llamado “La Mano Negra”, al servicio grupos políticos y de terratenientes que impidieron la llegada de un hombre de ideas radicales como las de Manlio Fabio Altamirano.
A pesar de que hubo algunas detenciones, los inculpados salieron al poco tiempo y este asesinato quedó en las brumas y la impunidad.
El Café de Tacuba sobrevive a las llamas
En dos ocasiones el Café de Tacuba ha tenido incendios de consideración, pero como el ave fénix, ha resurgido de sus cenizas para continuar en el gusto del público.
Nuestra selección
Después de revisar el menú, nuestra selección fue desde chilaquiles con pollos hasta la comida del día, en donde pudimos elegir pollo en mole poblano acompañado de arroz a la mexicana y una entrada de crepas de espinacas.
Nuestras bebidas, desde el café hasta las limonadas preparadas, que acompañaron nuestra comida.
Los chiles en nogada
Adriana no quiso quedarse sin probar el platillo de temporada, chiles en nogada, ese célebre platillo que mujeres poblanas crearon en honor a Agustín de Iturbide.
Si bien la historia tiene visos de leyenda, se dice que a su paso por Puebla rumbo a la Ciudad de México, Iturbide al frente del Ejército Trigarante tras la firma de los Tratados de Córdoba, en agosto de 1821, las monjas agustinas del convento de Santa Mónica decidieron hacerle con motivo de su santo un platillo original, que retomó el símbolo del Ejército Trigarante, que eran los colores de su bandera: el blanco, verde y rojo, que representaban las tres garantías: religión, unión e independencia.
Pero, como suele suceder con las leyendas, hay otras versiones, y otra de ellas asegura que fue un grupo de damas la que ofreció este platillo a Agustín de Iturbide, si bien más tarde se dijo que habían sido las monjas del Convento de Santa Mónica las responsables de esta invención, y contribuyó a consolidar esta versión el hecho de que anteriormente ya se había difundido la historia de la invención del mole poblano por una monja del convento de Santa Rosa, quien se dice elaboró este platillo para agradar a un obispo que llegó de visita al convento.
Lo cierto es que Adriana disfrutó este platillo, en donde el chile poblano relleno de picadillo con frutas, se baña en crema de nuez, que representa el blanco, y se adorna con perejil (el verde) y granada (el rojo).
Al margen de su historia, los chiles en nogada resultaron un auténtico deleite al paladar.
El Café de Tacuba, una tradición gastronómica de la Ciudad de México
Ya con más de 100 años de servir a la numerosa clientela que lo visita, el Café de Tacuba es toda una tradición para quienes visitan la capital, principalmente su Centro Histórico, además de ser un lugar predilecto para muchas personas que se dan cita en este célebre establecimiento que ofrece lo mejor de la gastronomía mexicana tradicional, aunque no es precisamente un lugar relativamente barato, pues su promedio de consumo de comida por persona no es menor en precio a los 250 pesos, si bien lo desquitan la calidad de sus productos y el esmerado servicio de su personal.
De cualquier manera, con esta comida en el Café de Tacuba, iniciamos nuestra visita a la Ciudad de México hincándole el diente a uno de sus mayores tesoros gastronómicos.
Muchas gracias por la informacion del Cafe Tacuba y las fotos increibles del espacio. Un gran saludo. Maria del Carmen Lomeli Ramirez
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