domingo, 7 de agosto de 2016

El Café de Tacuba



R

XXXIX Congreso Nacional de Cronistas

El Café de Tacuba


José Armando Infante



ecién llegados mi hija Dania y yo a la Ciudad de México, después de un vuelo tempranero e instalados en un hotel del Centro Histórico, la urgencia del alimento nos hizo buscar el lugar apropiado. Esa mañana las hermanas Gaby y Adriana Velderráin también habían llegado procedentes de Culiacán al Congreso Nacional de Cronistas, y en las mismas circunstancias que nosotros, de inmediato coincidimos en cumplir con una comida por dos, puesto que no habíamos desayunado ni comido a esa hora ya de la una de la tarde, y nuestra elección fue unánime por el Café de Tacuba, célebre restaurante de comida mexicana tradicional, justo por la calle de Tacuba en el Centro Histórico.
El Café de Tacuba, una tradición en la Ciudad de México desde 1912.


     El lugar lucía espléndidamente decorado, con una ornamentación en la que dominaba los mosaicos de talavera y los frescos de bodegones y flores de aire novohispano, si bien este negocio apenas inicia en 1912, es decir, hace poco más de 100 años, casi nada…
   La casona, establecida en una porción del predio del antiguo convento de Santa Clara, que sirve de establecimiento al Café de Tacuba, es una finca del siglo XIX, con esa sobria elegancia que define mayormente el clásico europeo imperante en este siglo, con rasgos inspirados en las haciendas y casas novohispanas. Destacan en su interior antiguos muebles en madera y unos soberbios cuadros y espejos con marcos de madera ricamente adornados, nichos con figuras de cantera y pintados con vivos colores, así como vitrales emplomados que permiten ambientar con un aire art decó a la vista de los comensales.
     Muy cerca de la entrada luce un clásico cuadro de Sor Juana, la célebre monja jerónima que marcó con letras de oro su presencia y su obra en la literatura mexicana de todos los tiempos. También destaca otro cuadro al óleo donde se aprecian unas monjas en una cocina conventual que nos remite a la tradicional gastronomía surgida en esos lugares, del chocolate caliente, los panes, galletas, postres, dulces confitería y bizcotelas.

   En el menú se ofrecían desayunos y comidas de la más clásica tradición mexicana: chilaquiles, enchiladas, mole poblano, tamales, buñuelos, molletes y otras delicias, así como una abundante variedad de formas de preparación de huevos, que lo mismo daban cuenta de regiones como Sonora, México o en modalidades internacionales, como a la española y al estilo parmesano.

    No podían faltar deliciosos complementos ya clásicos en la comida mexicana, como guacamole con totopos, enfrijoladas y quesadillas de las tradicionales en el centro del país: de flor de calabaza, de tinga, chicharrón, hongos y huitlacoche, entre otras variedades.
    En las bebidas, además de las aguas frescas, jugos y de alcohol, que van desde la cerveza hasta los vinos de mesa y el tradicional tequila; está otra de sus especialidades, pues el café con leche ya es toda una tradición que tiene que ver con los orígenes de este restaurante, allá a principios del siglo XX.

Los inicios del Café de Tacuba


    Su fundador fue don Dionisio Mollinedo, quien se estableció en un predio que perteneció inicialmente al antiguo convento de Santa Clara. En ese lugar estableció uno de los primeros expendios de leche que desde muy temprano ofrecían vasos de leche recién ordeñada para los trabajadores que pasaban por ahí para dirigirse a sus centros de labores. Luego les ofrecieron algún pan, para después ofrecerles la leche caliente a la que después se agregó un chorrito de café colado, hasta que poco a poco fueron aumentando los productos que se ofrecían hasta convertirse en un pequeño restaurante especializado en la comida popular tradicional mexicana que ha hecho leyenda desde entonces, logrando captar el gusto de muchas familias, además de convertirse en un lugar de reunión de políticos, profesionistas, intelectuales y turistas.

     Un distintivo del Café de Tacuba es la atención a cargo de meseras pulcramente vestidas, con el pelo recogido en un lucidor moño blanco, atuendo que tiene varias generaciones y ya es imagen del Café de Tacuba.


“El Santitos” y Los hijos de Sánchez

    Al decir de la familia Mollinedo, que continúa siendo la propietaria del negocio, se afirma que estando en nuestro país el antropólogo y escritor Óscar Lewis habiéndose convertido en cliente asiduo, conoció a uno de los trabajadores del Café de Tacuba, Santos Hernández, conocido como “Santitos”, quien se encargaba de la bodega y atendía a los proveedores. La vida de este personaje fue del interés de Lewis para incorporarlo a su célebre libro de Los hijos de Sánchez, donde da cuenta de las vicisitudes de muchos mexicanos que abandonan la vida rural y se incorporar a la gran urbe de la Ciudad de México con grandes penurias. Si bien el libro fue motivo de escándalo al momento de su publicación en español en el año de 1964, por considerar que denigraba a nuestro país, según algunos críticos, la historia también fue llevada a la pantalla, interpretada por Anthony Quinn.






El asesinato de Manlio Fabio Altamirano

Uno de los acontecimientos que hicieron historia y que tuvo como escenario el Café de Tacuba, lo fue el asesinato de Manlio Fabio Altamirano, el 25 de junio de 1936. Altamirano fue un destacado político veracruzano, a la sazón candidato a gobernador de Veracruz.
    Altamirano desde muy joven participó en la Revolución, junto con Álvaro Obregón, combatió la rebelión delahuertista y más tarde se distinguió como defensor de las causas campesinas y obreras. Fue diputado en cuatro periodos por la región de Misantla, y en 1931 participó, con la representación de Veracruz, en el único Congreso Nacional Anticlerical realizado en la Ciudad de México. También fue cofundador y gerente del periódico El Nacional, así como director de los Talleres Gráficos de la Nación.

    Fue un reconocido político de ideas radicales y filiación cardenista; electo senador de la república por el estado de Veracruz en 1934, en el periodo del Gral. Lázaro Cárdenas, a propuesta de Manlio Fabio Altamirano, el artículo 3º de la Constitución Mexicana fue reformado para sustituir la educación laica, por la socialista, lo que constituyó uno de los novedosos planteamientos del Plan Sexenal cardenista.
   Elegido candidato a gobernador de Veracruz por el PNR, partido del que también participó como fundador en 1929, los intereses de los grupos conservadores fraguan su asesinato.
   Como a eso de las diez de la noche llegó Manlio Fabio Altamirano acompañado de su esposa, doña Bertha Bracamontes. Se cuenta que doña Bertha llegó a preguntarle si no prefería ir a casa y descansar, pero el político prefirió disfrutar de una merienda ligera. Cuando degustaba un helado de postre, de pronto alcanzó a ver que un hombre le apuntaba de frente con una pistola, apenas alcanzó a apartar inútilmente a su esposas, pues se escucharon unos ocho tiros, entre los gritos de la concurrencias al Café de Tacuba y la caída de vasos y platos, creando una confusión general en el establecimiento. Altamirano recibió cuatro impactos en el tórax, uno en la cabeza y otro en la mano izquierda. Su esposa también falleció en el atentado.
    Con el asesinato de Manlio Fabio Altamirano Flores, en un primero momento el candidato fue Manuel Zorrilla Rivera, por una semana, más tarde el Comité Ejecutivo Nacional del PNR, se inclinó por el senador Miguel Alemán Valdés.

   Aunque nunca se hizo justicia para castigar a los responsables de estos hechos, el asesinato fue atribuido a un grupo de sicarios llamado “La Mano Negra”, al servicio grupos políticos y de terratenientes que impidieron la llegada de un hombre de ideas radicales como las de Manlio Fabio Altamirano.
   A pesar de que hubo algunas detenciones, los inculpados salieron al poco tiempo y este asesinato quedó en las brumas y la impunidad.

El Café de Tacuba sobrevive a las llamas

    En dos ocasiones el Café de Tacuba ha tenido incendios de consideración, pero como el ave fénix, ha resurgido de sus cenizas para continuar en el gusto del público.

Nuestra selección

    Después de revisar el menú, nuestra selección fue desde chilaquiles con pollos hasta la comida del día, en donde pudimos elegir pollo en mole poblano acompañado de arroz a la mexicana y una entrada de crepas de espinacas.
    Nuestras bebidas, desde el café hasta las limonadas preparadas, que acompañaron nuestra comida.

Los chiles en nogada

    Adriana no quiso quedarse sin probar el platillo de temporada, chiles en nogada, ese célebre platillo que mujeres poblanas crearon en honor a Agustín de Iturbide.

   Si bien la historia tiene visos de leyenda, se dice que a su paso por Puebla rumbo a la Ciudad de México, Iturbide al frente del Ejército Trigarante tras la firma de los Tratados de Córdoba, en agosto de 1821, las monjas agustinas del convento de Santa Mónica decidieron hacerle con motivo de su santo un platillo original, que retomó el símbolo del Ejército Trigarante, que eran los colores de su bandera: el blanco, verde y rojo, que representaban las tres garantías: religión, unión e independencia.
   Pero, como suele suceder con las leyendas, hay otras versiones, y otra de ellas asegura que fue un grupo de damas la que ofreció este platillo a Agustín de Iturbide, si bien más tarde se dijo que habían sido las monjas del Convento de Santa Mónica las responsables de esta invención, y contribuyó a consolidar esta versión el hecho de que anteriormente ya se había difundido la historia de la invención del mole poblano por una monja del convento de Santa Rosa, quien se dice elaboró este platillo para agradar a un obispo que llegó de visita al convento.
   Lo cierto es que Adriana disfrutó este platillo, en donde el chile poblano relleno de picadillo con frutas, se baña en crema de nuez, que representa el blanco, y se adorna con perejil (el verde) y granada (el rojo).
   Al margen de su historia, los chiles en nogada resultaron un auténtico deleite al paladar.

El Café de Tacuba, una tradición gastronómica de la Ciudad de México

   Ya con más de 100 años de servir a la numerosa clientela que lo visita, el Café de Tacuba es toda una tradición para quienes visitan la capital, principalmente su Centro Histórico, además de ser un lugar predilecto para muchas personas que se dan cita en este célebre establecimiento que ofrece lo mejor de la gastronomía mexicana tradicional, aunque no es precisamente un lugar relativamente barato, pues su promedio de consumo de comida por persona no es menor en precio a los 250 pesos, si bien lo desquitan la calidad de sus productos y el esmerado servicio de su personal.
   De cualquier manera, con esta comida en el Café de Tacuba, iniciamos nuestra visita a la Ciudad de México hincándole el diente a uno de sus mayores tesoros gastronómicos.


lunes, 1 de agosto de 2016

Alforjas llenas

Alforjas llenas

Visita a la CDMX con motivo del
XXXIX Congreso Nacional de Cronistas

José Armando Infante

Aprovechando la celebración del XXXIX Congreso Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicana en la flamante Ciudad de México, aprovechamos para revisitar viejos lugares y llenarnos de nuevas historias de sus tantísimos sitios de interés, tanto museos, como lugares que fueron escenario de acontecimientos que han marcado a nuestro país.




            Pero cada lugar, cada calle y cada centro cultural contiene en sí mismo una pléyade de historias, pues en ocasiones cada pieza en exhibición, por ejemplo, es el pretexto para un rico compendio que nos permite visitar la vida y obra del artista, la anécdota y circunstancias en que fue hecha, así como la trascendencia que tiene y el impacto que ha provocado en las siguientes generaciones.
            Por si todo ello fuera poco, hemos tenido oportunidad de visitar algunas librerías y encontrarnos con viejos y nuevos libros que nos permitirán continuar con lecturas placenteras e instrumentos de investigación relativas a la historia y la cultura de nuestro México, pero de manera especial las que tienen que ver con nuestra historia regional. Quiérase o no, la Ciudad de México reúne a los mejores fondos editoriales y ahí es posible localizar en grado superlativo lo que hemos soñado en esta línea, que bien podríamos decir que fuimos como abejas al panal. Pero, para alivio de mi mujer que me pone las cruces cuando llego con bultos de libros que sigo acumulando y nos reduce dramáticamente los espacios de convivencia familiar, ahí está siempre el buen juicio del bolsillo, que nunca nos permite excedernos, no sé si para bien o para mal.
            Pero también dicen que las conversaciones con gente interesante e instruida, hacen las veces de una fructífera visita a una biblioteca, pues muchos de nuestros compañeros cronistas del país son como un pletórico compendio de historias que generosamente comparten a la primera oportunidad, lo que siempre nos ilustra sobremanera y que por supuesto aprovechamos al máximo en esta ocasión.

Medalla
A la izquierda, la Dra. Teresa Franco, directora del INAH, es distinguida con la medalla Clementina Díaz y de Ovando, que le entrega la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas a través de su nueva presidenta, la antropóloga María de Jesús Real García Ortega, por cierto la primera mujer en ocupar la presidencia de la ANACCIM.
El Dr. Eduardo Matos Moctezuma, cronista emérito y vitalicio del Templo Mayor, comentó en su conferencia magistral acerca de la obra del considerado el primer cronista de la Ciudad de México, Francisco Cervantes de Salazar, quien describe cómo lucía en 1554 la Ciudad de los Palacios.

            Como parte del programa de este Congreso de Cronistas, se incluyeron conferencias magistrales con la Dra. Tere Franco, directora del INAH; Eduardo Matos Moctezuma, cronista emérito y vitalicio del Templo Mayor, de don Jorge de León, cronista de Iztapalapa y miembro distinguido de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas.

       Lamentablemente, por motivos de salud, el Dr. Miguel León Portilla, con poco más de 90 años y ex cronista de la Ciudad de México, no pudimos disfrutar una de seguro interesante charla de su parte. Vale decir que don Miguel sustituyó en el cargo al fallecido Salvador Novo en 1974, pero que después de un tiempo renunció al nombramiento oficial, según argumentó, porque perdía el tiempo en múltiples representaciones del presidente de la República y actos de formalidad que no le dejaban dedicarse a lo suyo de manera apropiada. A él lo sustituye el cronista Guillermo Tovar y de Teresa, quien por cierto presenta una iniciativa para que a la figura del cronista individual lo sustituya un Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, vigente desde 1987.
Dr. Jorge de León, cronista de Iztapalapa, lugar que se distingue por ser donde se celebraba la ceremonia prehispánica del Fuego Nuevo, y que hoy celebra cada año la tradicional Pasión de Cristo, fiesta que convoca, al decir de algunos, hasta dos mil personas, lo que la convierte en la celebración de este tipo más grande del mundo.

            Y más que conferencia, fue un vértigo de información don Jorge de León, quien nos habló de su Iztapalapa, pero supo engarzar a rico pasado prehispánico, incluyendo sus mitos y leyendas, para culminar en el moderno Iztapalapa, orgulloso de sus tradiciones y raíces. Por cierto, la exposición de Jorge de León fue en el cerro de la Estrella, lugar sagrado para los nahoas, y en donde hoy, después de una gestión de más de 20 años, logró establecerse lo que se conoce como el Museo del Fuego Nuevo, un sitio que vale la pena conocer por dentro como por fuera, pues su desarrollo arquitectónico está en armonía con su vocación de centro ceremonial.

            Esto es apenas una pequeña parte de lo que seguiremos detallando en otras colaboraciones, pues de allá de la Ciudad de México llegamos con las alforjas llenas.